Libre como el viento que revolotea,
cruzando valles, montes y veredas,
como el agua de lluvia que campea,
por canales, lagunas y cañadas.
Así debes ser tú, mujer bravía,
sin ataduras, dogmas ni cortejos,
dispuesta siempre a la melancolía,
con tal que no te impongan aparejos.
Pues la felicidad no está en el yugo,
que impone como carga el matrimonio,
ni constituye de la vida el jugo.
No creas que naciste para esclava,
ni que tienes deberes por encima,
de ser feliz sin un amante prava.